MAURICE MONTERO C., Francia 1960


Los artefactos convertidos en maquinarias lúdico-eróticas fueron enhebradas por un artista francés que reside en Ecuador –Maurice Montero (1960)- y cuyas múltiples inspiraciones en la historia del arte europeo y americano de los siglos XIX y XX le han convertido en un referente sobresaliente de la plástica ecuatoriana.

Montero resulta, además, alquimista de varios materiales manejados con infinidad de herramientas.  Si la  base es la madera, sus esculturas de mesa o públicas incorporan muchos otros materiales como hojas, papel encerado, tela, metal y tantos otros.  Y lo hace con humor; sus personajes deleitan al espectador-manipulador con sus actitudes desenfadas, graciosas, inesperadas, tanto en sus hombres-pájaro de vuelos imposibles recordando al mítico Icaro, como en el juego desaprensivo y fugaz de un par de amantes.

Sus amantes –hombres/mujeres con máscaras de animales- corresponden al deseo de Montero de un acoplamiento perfecto, inspirado por la lectura del Kamasutra que considera categorías similares en los miembros de una pareja; los pequeños cuerpos representados por la liebre (ser masculino) y la cierva, los medianos por el toro y la yegua, los grandes por el caballo y la elefanta.  Estos autómatas-equilibristas enfatizan, además, el que en las buenas relaciones es tan importante lo intelectual como lo sexual.  El artista añade elementos como el sonido producido por la introducción de un fuelle.  Así los actos de amar o intentar volar se configuran en una serie de acciones que entre lúdicas y mecánicas dejan ver la complejidad en las relaciones humanas.


Alexandra Kennedy